Source text in English | Translation by Marcos Carou Balado (#26140) |
Boom times are back in Silicon Valley. Office parks along Highway 101 are once again adorned with the insignia of hopeful start-ups. Rents are soaring, as is the demand for fancy vacation homes in resort towns like Lake Tahoe, a sign of fortunes being amassed. The Bay Area was the birthplace of the semiconductor industry and the computer and internet companies that have grown up in its wake. Its wizards provided many of the marvels that make the world feel futuristic, from touch-screen phones to the instantaneous searching of great libraries to the power to pilot a drone thousands of miles away. The revival in its business activity since 2010 suggests progress is motoring on. So it may come as a surprise that some in Silicon Valley think the place is stagnant, and that the rate of innovation has been slackening for decades. Peter Thiel, a founder of PayPal, and the first outside investor in Facebook, says that innovation in America is “somewhere between dire straits and dead”. Engineers in all sorts of areas share similar feelings of disappointment. And a small but growing group of economists reckon the economic impact of the innovations of today may pale in comparison with those of the past. [ … ] Across the board, innovations fueled by cheap processing power are taking off. Computers are beginning to understand natural language. People are controlling video games through body movement alone—a technology that may soon find application in much of the business world. Three-dimensional printing is capable of churning out an increasingly complex array of objects, and may soon move on to human tissues and other organic material. An innovation pessimist could dismiss this as “jam tomorrow”. But the idea that technology-led growth must either continue unabated or steadily decline, rather than ebbing and flowing, is at odds with history. Chad Syverson of the University of Chicago points out that productivity growth during the age of electrification was lumpy. Growth was slow during a period of important electrical innovations in the late 19th and early 20th centuries; then it surged. | Silicon Valley está floreciendo de nuevo. Los parques empresariales que siguen la autopista 101 vuelven a estar decorados con los logos de empresas emergentes llenas de ilusión. Los alquileres están en ascenso, y con ellos la demanda de hogares estivales en ciudades de vacaciones, como la del lago Tahoe, lo que indica que se están acumulando riquezas. El área de la Bahía de San Francisco es el lugar de nacimiento de la industria de los semiconductores y de las empresas informáticas que han crecido gracias a ellos. Sus magos han creado muchas de las maravillas que hacen que el mundo parezca futurista, desde teléfonos táctiles o búsquedas instantáneas en grandes bibliotecas a la capacidad de pilotar drones a miles de kilómetros de distancia. La resurrección de su actividad desde el año 2010 sugiere que el progreso continúa en marcha. Por todo esto, puede parecer sorprendente que haya gente en Silicon Valley que crea que el valle está estancado y la innovación lleva décadas desacelerando. Peter Thiel, cofundador de PayPal y el primer inversor externo de Facebook, dice que la innovación en los EE. UU. está «en algún punto entre en peligro de extinción y muerta». Ingenieros de todo tipo de áreas comparten sus sentimientos de desilusión, y un pequeño —aunque creciente— grupo de economistas piensa que las innovaciones de hoy en día palidecen en comparación con las del pasado en lo que se refiere a su impacto económico. [ … ] En general, las innovaciones alimentadas por el abaratamiento de la potencia de procesado están en ascenso. Los ordenadores han comenzado a comprender el lenguaje natural. Hay gente controlando videojuegos exclusivamente mediante movimientos corporales, con una tecnología que pronto podría ser aprovechada por una gran parte del mundo de los negocios. Las impresiones en 3D pueden producir objetos cada vez más complejos, y pronto podrían evolucionar a tejidos humanos y otros materiales orgánicos. Los pesimistas sobre innovaciones podrían pensar que esto ocurrirá «hoy no, mañana». Sin embargo, la idea de que el crecimiento impulsado por la tecnología solo puede ser continuo o entrar en desaceleración constante, y no tener altibajos, no se ve reflejada en la historia. Chad Syverson, de la universidad de Chicago, ha indicado que la productividad creció a trompicones durante la era de la electrificación. A finales del siglo XIX y principios del XX, una época de importantes innovaciones eléctricas, el crecimiento fue lento, y solo despegó posteriormente. |